lunes, 15 de octubre de 2012

LA EXPERIENCIA DE DIOS DE UN CABALLERO TEMPLARIO

A quien me pregunta por el sentido del Templarismo en la actualidad me gusta contarle una sencilla pero intensa historia que creo refleja bien el sentido de la experiencia de Dios.
Erase una vez un Caballero Templario que cabalgaba en solitario por los caminos, cuando se encontró con un mendigo, el cuál le pidió agua para calmar su sed. El Caballero Templario cortó la cuerda de su cincha y no dudó en regalar su cantimplora al hermano que mendigaba.

Posteriormente, el Caballero pudo observar como el mendigo caminaba tras de él, y, parándose le preguntó que quería, a lo que este contestó que aunque calmó su sed también tenía hambre, a lo que el Caballero Templario reaccionó entregándole también la bolsa de las provisiones y pidiéndole al mendigo que continuara su camino.

Un rato más tarde, de nuevo el Caballero observó que el mendigo le continuaba siguiendo, a lo que el caballero reaccionó de nuevo esta vez sin hacerle preguntas, cediéndoles además la bolsa de monedas que tenía por provisiones, y siguió su camino, esta vez convencido de que el mendigo ya no le seguiría, ya que le había dado todo lo que tenia de valor.

No era así, puesto que el mendigo continuaba siguiendo la estela del caballero, y esta vez fue el caballero mismo el que se le acercó al mendigo, a preguntarle la razón de su actitud.
Me lo has dado todo, efectivamente; toda tu agua, toda tu comida y todo tu dinero, pero precisamente por eso, he caído en la cuenta de que hay algo aún más valioso que te lo guardas para ti, y que precisamente al verte he caído en la cuenta de que lo quiero ya por encima de todo lo que me has dado, te devuelvo todo lo que me has dado, a cambio de que me des aquello que hay en ti que te hizo dármelo.

Lo que me ha hecho dártelo todo, querido hermano, es DIOS.

La experiencia de Dios de un Caballero Templario y de todo cristiano es muy distinta y muy singular a la experiencia religiosa de carácter antropológico, a tal punto de que muchos historiadores de culturas religiosas han llamado al cristianismo la religión del humanismo, o incluso la religiosidad a.teista.

En primer lugar, el Dios del cristianismo es un dios que se humaniza, se encarna, muy contrario al hombre que se caracteriza por querer constantemente endiosarse, siendo esta última idea, la de endiosarse estrictamente humana y, tal y como insiste Cristo una y otra vez, estrictamente antidivina.

El Endiosamiento va en dirección contraria a la divinización. Frente a un hombre empeñado en endiosarse, el Dios de los cristianos está empeñado en humanizarse, al punto que se convierte en hombre. Por tanto, hemos de colegir que hay una gran diferencia entre endiosarse y divinizarse, a tal punto de que son opuestos, para divinizarnos hemos de hacer lo opuesto de endiosarnos. Tenemos que renunciar a endiosarnos para divinizarnos Y esto es absolutamente privativo y exclusivo del cristianismo.

En segundo lugar, y en esta misma línea es un Dios que perdona, lo que los propios hombres son incapaces de perdonar. Lo que caracteriza el ser divino del dios anunciado por Cristo es el perdón siendo el juzgar y el condenar y el poder, curiosamente caracteres atribuidos milenariamente a la Divinidad, características humanas, y como diría Nietzsche, demasiado humanas que lejos de acercarnos a la Divinidad, nos alejan de ella.

En tercer lugar, mientras el hombre tiene una idea de Dios como alguien susceptible de recibir, como alguien que exige sacrificios y ofrendas de las criaturas inferiores, el Dios cristiano se caracteriza por un total y absoluto vaciamiento, es un Dios que se desfonda, se entrega por completo y gratuitamente.
Lo Divino es la entrega gratuita en silencio, la suprema manifestación Divina tiene lugar en el silencio de la cruz, expuesta en un puro vaciamiento, el todopoderoso Dios inclina su cabeza y “entrega” el espíritu a la Humanidad. Una entrega que se produce además en silencio. Nos acercamos a lo Divino cuando nos entregamos, cuando nos desfondamos, idea absolutamente opuesta a la cultura religiosa antropológica que concibe a la Divinidad como algo que recibe, que exige al otro, que se llena de ofrendas. Mucho me temo, por tercera vez que la idea del Dios que recibe es, de nuevo, “humana, demasiado humana”. Jesús entrega su espíritu, se queda sin nada, renuncia a todo adjetivo y pronombre posesivo, ya no le queda nada suyo.

En cuarto lugar, el Dios de los cristianos no es el ocupante de un trono plenipotenciario, ese lugar está vacío mucho antes que Nietzsche proclamara la muerte de Dios, El lugar que Dios libremente ha escogido para él y en el que debemos buscarlo es un lugar donde es imposible arrodillarse, donde es además poco agradable, la derecha del trono de Dios del que se habla en los evangelios que se disputaban esté posiblemente vació, pero no porque esté muy alto, ni porque sea muy difícil acceder a él, ese lugar está vacío porque ningún hombre lo quiere, para sentarnos a la diestra del Padre sólo tenemos que bajar a la altura de los pies de la humanidad, de los pies del hombre, allí encontraremos a su Hijo, y por lo tanto al Padre, ya que el Hijo sólo hace lo que ve hacer al Padre , lavando los pies a la Humanidad.

Esto si que es revolucionario ¿en que cultura religiosa hemos visto a un Dios lavando los pies a los hombres cuando si quiera acercarse a un símbolo del nombre de dios ya está prohibido por las religiones al uso? ¿qué clase de dios es éste abajado hasta el suelo y lavando servilmente los pies a sus criaturas? En el Oficio Templario, nuestro Gran Maestre nos lava los pies a los hermanos, ¿entendemos esto? ¿entendemos que eso nos obliga a lavar los pies de la humanidad entre pasaje y pasaje?

El Dios del Caballero Templario es un Dios que no quiere que miremos hacia arriba, ese dios ha muerto, sino hacia dentro,
No quiere que le busquemos en un trono, ese dios ha muerto, sino en un mendigo, en el prójimo.
No quiere ofrendas, ese dios ha muerto, sino que le acompañemos en su propia entrega, y que nos entreguemos nosotros mismos por la humanidad. Que nos divinicemos por el servicio.
No nos deja arrodillarnos para adorarle, ese dios ha muerto, quiere que nos bajemos a la altura de los pies de la humanidad y allí le encontraremos.
Que distinto sería un diálogo con los ateos mostrando a este Dios, con los jóvenes, con la sociedad...
Es un Dios increíble, excesivo, desbordante, un Dios que se enfrenta a la idea de Dios que el hombre se ha inventado como inventario de sus propias fantasías de poder y que Nietzsche acertadamente mató.

La Milicia del Cristo es quien debe cumplir esto, es quien debe anunciar este Dios silente, sirviente y entregado, este escándalo del Dios humanizado encarnado en Cristo, porque a la humanidad cómoda de hoy le viene mejor ese becerro de oro plenipotenciario, juzgador y exigente que se inventaron los poderosos y que es el gran Pecado contra el Espíritu Santo.
Pero para ello estamos obligados, como el Caballero Templario que encabeza esta ponencia, a ser capaces de andar solitarios por nuestro pequeño mundo mostrando que somos templarios, evangelizar con el ejemplo desnudo del acto de servicio entregándolo todo sin rechistar, para provocar en la sociedad que nos rodea la pregunta :

¿Quién eres tú? ¿Por qué haces esto? Dame eso que te hace ser así, en esta sociedad posmoderna híper tecnificada y consumista este Dios es todavía desconocido, y, no nos equivocamos, los que estamos reunidos escuchando esto, somos, por increíble que nos parezca, los que Dios ha elegido para darle a conocer, sé hermanos que no nos lo creemos, pero yo estoy seguro de ello.

Podemos preguntarnos porque nosotros, si no somos nada ni nadie especial, pues precisamente por eso, si somos capaces de matar en nosotros al Dios becerro de oro y hacer hablar al que duerme en nuestro interior, sí entenderemos por qué. ( /…/ Impossibile Nihil est)


1 comentario:

  1. hermosa esta publicación, por todo esto somos templarios, llevamos esa tea ardiente dentro nuestro, el Señor es nuestra guía, nadie sino a él nos dedicamos,El es nuestra Luz.

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